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Cinco razones para estimular el juego durante la infancia

  1. Desarrolla las habilidades motoras. La actividad lúdica es un ejercicio estupendo para que el niño desarrolle sus habilidades motoras gruesas. Permite mejorar el equilibrio y la coordinación mano-ojo, a la vez que se convierte en un entrenamiento perfecto para consolidar los ejercicios físicos como la marcha, el salto y la carrera. Además, es perfecto para estimular las habilidades motoras finas a través del agarre de los juguetes y del dibujo.
  2. Estimula el desarrollo intelectual y cognitivo. El juego es una actividad vital en el desarrollo cognitivo e intelectual de un niño. A través de la actividad lúdica el pequeño puede representar al mundo que le rodea estableciendo sus propios símbolos para imitar las actitudes y comportamientos de los adultos. De hecho, mediante ese juego de imitación el niño va asimilando el contenido de su entorno partiendo de modelos concretos para, más tarde, recrear situaciones más abstractas y creativas. A lo largo de ese proceso, la percepción, el pensamiento, la creatividad y la imaginación se desarrollan, a la vez que aprende nuevas estrategias de solución de problemas.
  3. Modela la personalidad. Mediante el juego el niño va asimilando diferentes actitudes y maneras de actuar adecuadas a su entorno y poco a poco, va desarrollando sus propios gustos, intereses, formas de comportarse y de relacionarse con los demás; es decir, va moldeando su personalidad. En este proceso también se forma y consolida el autoconcepto, la autoestima y la autovaloración, a la vez que se estimula la expresión emocional. Además, el juego es una manera estupenda para que el niño desarrolle habilidades que le permitirán enfrentarse a conflictos o situaciones cotidianas como los problemas escolares, el nacimiento de un hermano o el cambio de colegio.
  4. Favorece la comunicación e interacción social. Interactuar con los adultos y con otros niños mediante el juego es mucho más fácil que hacerlo de forma directa. Por eso, los niños utilizan las actividades lúdicas como una herramienta para comunicarse con las personas que le rodean y hacer nuevos amigos. Por consiguiente, el juego se convierte en el primer agente socializador porque es a través de este que el niño, que aún no ha aprendido a relacionarse con los demás, logra establecer nuevas relaciones. Además, es una forma estupenda para desarrollar las habilidades comunicativas y el lenguaje.
  5. Potencia la autonomía. A medida que el niño crece y comienza a explorar su entorno, aprender de este. Empieza a conocer objetos diferentes, a experimentar nuevas vivencias y a descubrir cosas que no conocía. También descubre lo que le gusta y lo que no, y establece pautas personales que lo diferencian de los demás. De esta manera, el niño se empieza a interesar por lo que en verdad le gusta y le dedica especial atención a los juegos que prefiere. En ese proceso va desarrollando cierto nivel de autonomía, separándose de los padres y ganando en independencia.

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